Alexis era una rubia de veinticinco años con un prominente trasero y generosos pechos. Le encantaba bailar de manera sensual en el club nocturno donde actuaba todas las noches. Pomposamente, hacía rebotar sus grandes glúteos al ritmo de la música, provocando miradas caramelizadas y comentarios excitados.
Su número siempre cosechaba éxito, llenando la pista de bailarines y espectadores embelesados. Entre ellos, se encontraba Mark, un hombre de mirada penetrante que parecía hipnotizado por sus movimientos. Alexis notó que su erección se marcaba bajo los pantalones, excitándola por completo.
Al finalizar su actuación, Mark se le acercó de manera confiada y sugerente. Habló con un marcado acento británico que la volvió loca. Le propuso continuar la velada de un modo más privado.
Para sorpresa de Alexis, terminó aceptando. Nunca antes se había comportado de un modo tan lascivo e impúdico. Había algo embriagador en la lujuria de Mark que la hizo olvidar toda cautela.
Mark la llevó a un motel cercano y comenzó a besarla y acariciarla con pasión desatada. Alexis gimió, arqueándose bajo sus caricias. Pronto se encontraban desnudos, Mark deslizándose dentro de ella con una embestida firme.
Alexis gritó al sentirse penetrada, aferrada a sus hombros. El placer la invadió en oleadas, dominándola por completo. Se concentró únicamente en los movimientos de Mark, gimiendo y jadeando sin cesar.
El clímax los alcanzó juntos, abrasador y prolífico. Yacieron agotados entre los brazos del éxtasis. Todo había cambiado aquella noche. Alexis se sentía transformada después de descubrir las profundidades de placer que jamás imaginó poseer.
Su sensualidad cobró nuevas dimensiones. Volvería al club, ansiosa de que su siguiente número estuviera repleto de espectadores fascinados por descubrir los nuevos misterios que estaba dispuesta a revelar. La aventura apenas comenzaba.